Últimamente he estado estudiando y aplicando las ideas del Construccionismo Social, fascinándome por sus planteamientos que me han llevado a tener un mapa desde donde entender las relaciones humanas, desde una óptica flexible y fluida, donde lo estático y categórico no es necesario para trabajar como profesional de ayuda. Esto es algo que siempre ha resonado conmigo, sintiéndome ahogado desde mis estudios en la carrera de psicología, donde se nos mostraba una ciencia impersonal, positivista, con claros conceptos de moral y normalidad. ¿Era por lo tanto la psicología una profesión al servicio de dicha moralidad y normalidad? Acercándome en estos años a la perspectiva crítica de la psiquiatría y psicología, conocí la obra de Michel Foucault, su idea de la perpetuación de los discursos dominantes a través de las Instituciones, como un modo de ejercer un poder y de mantener una sociedad de clases a través de ellas. Además de Foucault me interesé por autores cercanos al Neomarxismo, como Erich Fromm o Herbert Marcuse. Algo que no me terminaba de encajar desde estos movimientos de contrapsicología y antipsiquiatría, es que planteaban un análisis crítico muy profundo, pero que no proponían propuestas constructivas de cómo ayudar al otro sin caer en perpetuar dichos discursos dominantes. Para mi esta fue una época de crítica al sistema, de romper con discursos impuestos, pero quizás sin mucha claridad para formar mis propios discursos alternativos.
Tras un paréntesis, después de terminar mis estudios, después de salir de la ciudad y tras una temporada dedicándome a viajar y a trabajar en otros ámbitos, fui tomando contacto con movimientos no tan políticos, sino más bien de índole espiritual. Vivir más apegado a la naturaleza, con muchos anhelos de conocerme mejor y encontrar mi camino en la vida, hizo que sintiese curiosidad por descubrir otras miradas desde las que entender al ser humano, no tan académicas ni occidentalizadas. Me interesé por todo tipo de conocimiento al respecto, leyendo y yendo a cursos, sin creerme nada del todo, pero permitiéndome no perder la curiosidad de ver otros modos de ver. Y es que hay todo un mundo “esomisticometacuántico” ahí fuera, que puede uno hacerse un catálogo para elegir qué terapia se va a hacer el próximo fin de semana para seguir creciendo para algún día llegar a ser ese “Ser luminoso que todo lo hace y todo lo puede”. El Ego se convierte desde esta perspectiva en aquello que no nos permite Ser, y paradójicamente en la batalla contra él, observo que la gente no hace más que engordarlo.
Aun así, trato de no negar toda enseñanza esotérica por observar este fenómeno y me enriquezco de muchas sabidurías, aunque reconozco que no profundizo mucho en ninguna, por ver este “rejo” sectario que suelen tener. Autores como Gurdjieff, Krishnamurti, Jung, Reich, Huxley, Wilber, Jodorowsky, me aportan una mirada del ser humano más allá de los límites de nuestro cerebro, donde existe una conexión con algo que trasciende sus límites físicos.
De aquí me acerco a modelos psicoterapéuticos que integran ideas del Movimiento del Potencial Humano, como la Terapia Gestalt, la Terapia Centrada en el Cliente o la Terapia Transpersonal. Modelos que incorporan una idea de un potencial creativo humano, que es limitado por contextos no favorecedores, entendiendo la terapia como un proceso dónde reestablecer oportunidades relacionales que permitan a las personas reconectar con dicho potencial creativo. Desde dichos enfoques trabajé en este momento especialmente con adolescentes, a través de Recursos Creativos y Técnicas Activas fundamentalmente, encontrando sin embargo carencias en mis posibilidades de generar cambios en los contextos no favorecedores.
Aquí me acerco al Enfoque Sistémico, y sus múltiples modelos, tanto de Terapia Breve, como desde enfoques más Estructurales. Un entramado de interacciones múltiples se abre ante mí, donde sobre todo me empiezo a interesar por todos aquellos abordajes que se centran mayormente en la comunicación y el lenguaje. Desde aquí descubro el Construccionismo Social y vuelvo a conectar con los autores críticos que me embaucaron en la Universidad, pero esta vez desde propuestas constructivas favorecedoras de relaciones sanadoras, como son las Terapia Narrativa y la Terapia Colaborativa. La relación cobra aún más importancia en el trabajo psicoterapéutico, recordándome por lo tanto a los modelos humanistas de los que también he bebido, pero desde un origen más sociopolítico y no tanto desde un origen de conciencia y búsqueda existencial.
Voy a focalizar el resto del artículo en poner ambas miradas en diálogo, centrándome para ello en el Construccionismo Social y la Meditación como prácticas, quizás porque ambas a veces no se miran cuando creo que ven cosas parecidas, quizás porque son dos líneas de las que he bebido y que necesito poner en diálogo para poder darme coherencia, y quizás porque hasta vengo de un padre muy centrado en el mundo político y de justicia social, y una madre muy centrada en su mundo interior y en buscar un sentido espiritual a su vida.
Últimamente he escuchado muchas críticas por parte de personas afines al Construccionismo Social sobre las prácticas de Mindfulness. Varios creo que son los motivos por lo que se observa con recelo dichas prácticas desde el Construccionismo Social. Uno es el marketing al que se ha asociado la técnica, vendiéndola como una técnica útil para ser trabajada desde cualquier ámbito y modelo, desligándola además de aspectos más integrales asociadas a una filosofía de vida, que se promueve desde las sabidurías desde las cuales surge “la técnica”. Otro aspecto que creo que lleva a que sea objeto de críticas desde algunos compañeros cercanos al Construccionismo, es porque las prácticas meditativas han estado quizás a través del lenguaje usado, muy ligadas al “conocimiento interior”. Desde el Construccionismo todo conocimiento es interpretación y no hay nada en el interior que sea “propiamente nuestro”, ya que todo lo que nos define surge en la relación con el contexto. Por lo tanto, para muchas personas el Mindfulness es criticado por ser una moda, por otros por negar su componente espiritual de origen y para otros, precisamente por tener un origen espiritual y esotérico (conocimiento interior).
No hay que olvidar que el Mindfulness viene de prácticas espirituales y además ahora ha sido adueñado y mercantilizado desde la comunidad académico-científica, y que el Construccionismo Social parte de una postura filosófica y política basada en la crítica a los poderes establecidos, proponiendo una manera de entender la vida que facilite descentralizar el poder y así favorecer relaciones más igualitarias. Esto entra en confrontación con ideas mercantilistas e históricamente diría que también con ideas espirituales, puesto que el uso que el poder ha hecho de la espiritualidad también ha ido enfocado históricamente a imponer verdades. El “opio del pueblo”, como introdujo Karl Marx.
De nuevo hablamos de palabras: “espiritualidad”, “comunismo”, ”capitalismo”, “salud”, “enfermedad”, palabras que para cada uno tiene significados diferentes según nuestras experiencias, y en la medida que asociemos a ellas otras palabras, como “Mindfulness” o “Construccionismo”, empezamos a relacionarnos con las prácticas desde las construcciones que hemos elaborado al respecto. Vamos a intentar, por lo tanto, seguir leyendo desde la curiosidad y desde una actitud de desapego ante dichas construcciones.
Entre tanta crítica creo que estamos olvidando intentar experimentar la “Atención Plena” para observar sus beneficios en nosotros mismos sin ponerle un nombre o una etiqueta, bien para venderla, para endiosarla, o para negarla. Precisamente el Construccionismo Social, propone que la realidad es construida en el lenguaje y que por lo tanto las palabras son asociadas en una comunidad determinada a una serie de significados y a partir de ahí la realidad definida empieza a ser interpretada según estos acuerdos. Nunca sabremos si una palabra significa exactamente lo mismo por dos personas, puesto que las experiencias que hemos tenido para definirla no han sido exactamente las mismas. Si consideramos personas que han vivido en contextos o culturas totalmente diferentes, podríamos entender que vamos a percibir realidades muy diferentes y que además muchas veces cuando interactuamos, no lo hacemos para conocer otras realidades posibles, sino para afianzar más nuestros conceptos aprendidos, en contraposición con las del otro. Desde esta perspectiva, el significado que un budista le va a dar a la palabra Mindfulness, no va a ser la misma que la que le vaya a dar un psiquiatra, por ejemplo. La cuestión sería poder experimentarlo sin limitar la experiencia con las construcciones previas que hemos atribuido al concepto en sí. Esto mismo es lo que plantea la práctica de Mindfulness, en la medida que observo mis pensamientos sobre algo y no me apego a ellos, desidentificándome de ellos, consigo experimentar las cosas como son. Desde las prácticas terapéuticas basadas en el Construccionismo Social, como son la Terapia Narrativa y la Terapia Colaborativa, no se trabaja con diagnósticos ni etiquetas, ni se considera al terapeuta como un experto que “sabe” que es lo correcto, saludable, normal o moral, sino que es un facilitador de procesos donde una relación con el otro desde la aceptación a la otra persona, a su discurso e historia, teniendo curiosidad por conocerla, posibilita un diálogo transformador, donde podamos dar “nuevos significados” que deconstruyan y por lo tanto disuelvan una historia que mantiene el problema. El Mindfulness propone también que la persona ponga sus propios significados, y tampoco parte de una idea preconcebida de qué es lo “bueno o malo”, sino que propone una actitud de observación de la propia historia, que al fin y al cabo permita también deconstruir y disolver por lo tanto la historia que mantiene el problema.
Si es el lenguaje lo que construye la realidad, ¿no puede ser el Mindfulness un modo de observar estas construcciones con la distancia suficiente como para permitirnos deconstruirlas? Creo que lo que diferencia es que, desde las prácticas originarias de la meditación, sí se plantea que hay una Verdad más allá de lo construido socialmente, en la medida que observamos la realidad desde dicha deconstrucción podemos ver las cosas tal cual son, sin embargo, desde el construccionismo se plantea que lo que surgiría sería una nueva construcción, no existiendo nada más allá de ella misma, que sepamos. Mi planteamiento sería, si ambas perspectivas asumen que la realidad construida no es la única realidad, ambas asumen que vemos las cosas desde nuestra identificación con las palabras (y con los pensamientos, emociones y sensaciones que llevan implícitas según nuestras experiencias), podemos considerar que en lo que se diferencian en principio es en la idea de que desde las prácticas meditativas se asume que hay una realidad que descubrir y conocer. Para ello tenemos que ser capaces de estar presentes sin vernos atrapados en el apego y la aversión a dichas palabras, ya que es desde aquí que podemos vivir una vida real. Se plantea que estamos dormidos y que la meditación es una práctica para despertar. Esta es una idea tramposa desde mi punto de vista, ya que siempre vamos a anhelar ese despertar, buscando señales que nos hagan pensar que nuestro gran esfuerzo está teniendo su recompensa y pudiendo caer en la trampa de pensar que estamos más despiertos que otros, alimentado por lo tanto aún más ese Ego, que sería el cumulo de construcciones que hemos elaborado sobre nosotros mismos para adaptarnos al contexto. A primera instancia parecería que desde este punto de vista se puede estar ensalzando el individualismo que tanto critica el Construccionismo Social, y que está dejando de lado el componente relacional. Pero, ¿pude ser esto un error interpretativo basado en una dificultad del propio lenguaje usado, para explicar una experiencia que solo puede ser conocida desde la práctica misma? Desde mi propia experiencia puedo decir que mi sensación desde la meditación, es precisamente la de tener experiencias de superación de los límites del Yo construido, pasando a tener pequeñas experiencias de ese “despertar”, que yo describiría como una superación de la ilusión de separación. Esto a lo que se llama “estar conectado con el cosmos”, puede ser algo no tan místico, y puede tener que ver con superar la identificación con los discursos dominantes aprendidos a través del lenguaje, ya que es el lenguaje el que divide, y por lo tanto construimos una realidad dividida, lo cual hace que sintamos división, insatisfacción, neurosis, enfermedad, o como queramos “nombrarlo”. Si esta experiencia no es relacional, entonces no sé qué lo es. Mi sensación no ha sido la de descubrir algo maravilloso dentro de mí, sino la de sentir que no hay separación entre lo que está dentro de mí y lo que está fuera, “que maravilloso”.
De nuevo, vuelvo a mi trabajo como psicoterapeuta desde una perspectiva construccionista, en el que la relación se basa en conceptos como “no saber”, la incertidumbre y el estar desde una “presencia radical” con el otro, no guiando la conversación con mis propios prejuicios o ideas preconcebidas, estando para ello muy atento y observador al diálogo con el otro y a la vez a mi propio diálogo interno, pero sin moverme desde el apego y la aversión a dichos diálogos. Desde aquí, voy a intentar también poner en diálogo la Meditación y las Prácticas Colaborativas y Narrativas basadas en el Construccionismo Social.
Vamos a dejar de lado para ello “la idea preconcebida” de que existe una Verdad dentro de mí que conocer, lo cual no quiere decir que lo neguemos, y simplemente vamos a entender la práctica meditativa con un entrenamiento de atención en el momento presente, con una actitud de observación y aceptación de “lo que emerge”, sin relacionarnos con ello desde la lucha, apego o aversión, sino simplemente aceptándolo y volviendo nuestra atención a lo presente.
Las Terapias Relacionales Contruccionistas, hablan de una postura filosófica, y cómo la relación que se establece es la que permite que se “disuelva el problema”. Una postura de no juicio, de no imponer discursos, de tener un respeto absoluto ante la historia del otro/a, donde ser consciente de lo que “yo pongo” y “desde donde lo pongo” en la relación, es fundamental para facilitar una relación de ayuda “democrática”, que no forme parte de la estructura dominante de poder.
¿Y si la meditación fuera el complemento perfecto para poder favorecer dicha postura filosófica? ¿Y si el foco de nuestra atención fuera el diálogo, tanto interno como externo? ¿Es posible una actitud basada en la atención plena poniendo foco en la relación? ¿Puede ser el encuentro conversacional la “vela” donde poner foco desde una actitud meditativa? ¿Y si este baile relacional y dialógico solo puede ocurrir desde una actitud meditativa? ¿Y si estamos negando la meditación precisamente porque no tenemos integrada una postura filosófica que nace precisamente de la meditación?
En la Terapia Gestalt hablan del “contacto” para hacer emerger del “vacío” aquello que es fértil. El contacto solo ocurre desde el “aquí y el ahora” y para ello lo “preconcebido” y lo “esperado” solo nos aleja de ese contacto verdadero y presente.
A veces creo que lo mejor que nos puede aportar la actitud meditativa es la posibilidad de poder observar como nuestra mente está entrenada a dividir, a separar y a buscar lo diferente fuera de mí. Este mecanismo posiblemente ha sido muy adaptativo, para protegernos de lo diferente, pero es el lenguaje el que crea esta manera de “pensar”, y creo que en estos momentos quizás sea adaptativo permitirnos también dirigir nuestra mente hacia la semejanza, la conexión, el contacto, el encuentro y la construcción de lo nuevo desde el respeto a lo diferente (si es que esto existe), porque en esencia (si es que eso existe), quizás somos todo parte de lo mismo. Dedicarnos a separar y diferenciar el Construccionismo Social de lo “demás” es para mí, incoherente con lo que promueve, que es poner en diálogo todo lo “posible”.
Relacionarnos desde el permitir que emerja “lo posible”, es espiritual y a la vez es político. Aunque quizás “como lo llamemos no sea lo importante”, lo “importante es permitirnos experimentarlo”.
BUDDHA AS THERAPIST: MEDITATIONS. by G.T. Maurits Kwee, in collaboration with Daniel M. Kwee & Marvin H. Shaub – See more at: http://www.taosinstitute.net/buddha-as-therapist-meditations#sthash.CwZ7SZoh.dpuf
GERGEN, K. (2009) El Ser Relacional, NUEVA YORK: OXFORD UNIVERSITY PRESS.
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FRANCISCO PEÑARRUBIA (2008), Terapia Gestalt: La Vía del Vacío Fértil, ALIANZA EDITORIAL.