A Tom llego desde las prácticas colaborativas y dialógicas, tras conocer la propuesta de Goolishian y de Anderson, desarrollada en EEUU. Goolishian y Anderson desarrollan su propuesta a través de la reflexión llevada a cabo en su práctica desde la Terapia Familiar, observando los procesos de cambio desde el lenguaje, donde los terapeutas en sus intervenciones construyen realidad en su relación con los usuarios. Esto es una mirada distinta a otras psicoterapias tradicionales, donde el terapeuta es un experto ajeno al sistema al que le propone los cambios, que entiende que son necesarios, desde una posición jerárquicamente superior. Esto supone un cambio de paradigma basado en una mirada postmoderna que se relaciona con el conocimiento desde una visión diferente al positivismo moderno tradicional, entendiendo dicha elaboración del conocimiento desde la perspectiva del construccionismo social. La relación en terapia por lo tanto encuentra otro sentido, donde la conversación y la interacción de sus participantes genera nuevas construcciones posibles y transformadoras siempre y cuando las condiciones de dicha relación lo favorezcan ¿Y cuáles son estas condiciones? Goolishian y Anderson entienden que están relacionadas con una postura filosófica que acepte que no hay una visión estática de salud y normalidad hacia la que orientarse desde las pautas del terapeuta, sino más bien un proceso relacional donde hablar y relacionarse de un modo abierto, curioso y respetuoso, lo cual genera, desde su punto de vista, nuevas posibilidades que faciliten cambios no impuestos, cambios realmente elegidos por los usuarios que atendemos.
Generar estas conversaciones desde esta postura filosófica se convierte por lo tanto en el objetivo principal de las Prácticas Colaborativas y Dialógicas, algo que nos lleva a estudiar a Tom Andersen. Para mi Tom en un inicio es un profesional que aporta una idea de cómo generar dichas conversaciones, desde su propuesta metodológica que son los Equipos Reflexivos. El propone un cambio en el modo tradicional que la Terapia Familiar planteaba para generar reflexiones sobre las sesiones familiares. Antes de Tom, un grupo de profesionales se sentaba detrás de un espejo unidireccional observando la sesión mientras que la conversación entre terapeutas y familia se daba en una habitación separada. El grupo reflexivo hacía hipótesis, observaciones y reflexiones sobre qué devolverle a la familia para facilitar el cambio que “ellos pensaban que necesitaban las familias”, compartiendo con ellos solamente el mensaje consensuado, pero no el propio proceso reflexivo que les llevaba a proponer la devolución. Tom, acercándose a las ideas de Goolishian y Anderson, propone un modo de trabajar con el grupo reflexivo que no sea la de un grupo de expertos que opinan y debaten sobre las personas que ven detrás de un espejo, para pensar aquello que estas personas necesitan, sino un grupo que interactúe con estas personas para que ellas mismas saquen sus conclusiones. Romper el espejo para Tom es como romper con la jerarquía y buscar una relación más igualitaria y respetuosa. Los equipos reflexivos para Tom por lo tanto se basan en distintos formatos en los que los profesionales reflexionen sobre la conversación que han escuchado entre terapeutas y clientes, delante de estos mismos, siendo los propios clientes los que saquen sus conclusiones y reflexiones sobre el proceso de escuchar las reflexiones del equipo. Un ejemplo sería, un terapeuta entrevista a un cliente y otros dos terapeutas se sientan con ellos, pero sin participar en la conversación, escuchando, no pensando en la devolución que deben dar, sino más bien simplemente escuchando la conversación y su propio diálogo interno. Después, terapeuta y cliente escucharían del mismo modo la conversación de los otros dos terapeutas entre ellos, intentando no hablar de lo que el cliente debe hacer, sino de sus impresiones, sus diálogos internos, etc. Después de esto el terapeuta vuelve a hablar con el cliente sobre lo que le ha generado escuchar esto y abre una posible conversación entre los cuatro si así lo desea el cliente. Este proceso de escuchar y escucharse, de verse desde fuera y ver lo que genera en el otro lo que hablo, es lo que puede dar lugar a nuevos discursos y nuevas posibilidades no impuestas.
Llegué a Tom para conocer su técnica y tras leerle me voy con mucho más que eso. Entender cómo llega a proponer este modo de trabajar y cómo sus propios procesos reflexivos le llevan a entender la terapia como lo hace, me han aportado mucho más de lo que pensaba.
Tom profundiza en aspectos concretos diferentes a los que me había aportado leer la obra de Goolishian y Anderson. Voy a centrarme por lo tanto en lo diferente que me aporta más allá de la técnica del Equipo Reflexivo, que creo que es muy potente para generar un escenario donde conversar. ¿Pero que es para Tom lo que posibilita que dicho escenario sea útil? Aquí Tom me introduce dos conceptos donde poner foco: “El silencio y la Escucha”.
Cuando ves a Tom intervenir, observas mucho silencio, mucho espacio “vacío” entre pregunta y respuesta, tanto de él al cliente como del cliente hacia él. En un principio pensé que se trataba de un “estilo”, quizás marcado con aspectos culturales, ya que Tom es del norte de Noruega y ha trabajado con una población muy diferente a la de América, por ejemplo. Puede que algo de esto exista, pero me llamó mucho la atención, sobre todo, cómo explica Tom el proceso conversacional. Para Tom, una conversación es un flujo natural que puede ser facilitado o interrumpido. La mayoría de nuestras conversaciones bloquean este flujo, convirtiéndose en monólogos y no en diálogos. Tom observa y utiliza la metáfora del trabajo de Aadel Bülow-Hansen, donde desde un abordaje corporal, trabajan bloqueos musculares desde el facilitar el flujo natural de la respiración. Normalmente debido a la tensión, interrumpimos nuestro flujo de respiración natural, dando lugar así a bloqueos corporales en nuestra musculatura. Dichas autoras usaban técnicas manuales en la musculatura para volver a restablecer el flujo respiratorio, pero si dicha presión manual era demasiado débil o demasiado fuerte esto no ocurría. Si era demasiado débil, todo seguía igual y si era demasiado fuerte se retroalimentaba el bloqueo, quizás por ser demasiado drástico para lo que el cuerpo está preparado. Tom, plantea observando esto que las conversaciones y las relaciones en general funcionan de un modo muy similar a la respiración, y en la medida que hay tensiones e interrupciones, esto va generando bloqueos que llevan al estancamiento. Si entendemos que desde el construccionismo todo proceso, y por lo tanto toda dificultad, es relacional y parte del lenguaje, podríamos deducir que si generamos una relación que facilite este flujo conversacional podremos restablecer aquello que generó el bloqueo. Si lo que proponemos en la conversación, es demasiado débil o demasiado fuerte (como la presión de las manos), no habrá cambio. Para Tom, proponer una conversación demasiado débil, sería a través de no plantear nada nuevo, nada que rompa lo usual que generó el bloqueo, mientras que proponer algo demasiado fuerte, sería proponer por ejemplo preguntas demasiado inusuales, entendiendo que cuando proponemos algo fuera del repertorio de respuestas conocido para la persona, puede haber también un bloqueo, como respuesta para preservar la supervivencia. Las preguntas, por lo tanto, tienen que proponer posibilidades lo suficientemente inusuales para diferenciarse en algo de lo que mantiene el bloqueo, pero a su vez no tan inusuales como para estar completamente fuera del repertorio de la persona.
Lo interesante para mi es cómo propone Tom generar esto, y su respuesta es desde la observación atenta a las respuestas propias como terapeuta y del propio cliente. El “silencio y la escucha”, es el modo de no generar tensión y de facilitar una observación atenta y tranquila a las respuestas, dando a su vez tiempo y espacio para que el cliente también pueda observar sus respuestas. El silencio y la escucha, es observación, es como un ejercicio de atención plena en la relación. No es importante el contenido de lo que voy a decir, sino más bien observar y pensar bien lo que digo para no generar tensión y a su vez observar muy bien la respuesta del cliente para ver si hemos propuesto algo demasiado usual o demasiado inusual. Tom para ello introduce la observación del cuerpo y acompasa esto, para generar un clima facilitador de restablecer el flujo conversacional natural que posibilite disolver los problemas.
Me parece una observación fascinante, y creo que Tom era una persona con gran capacidad de parar, de observar y de reflexionar, y creo que los equipos reflexivos no son más que una metodología que trata de favorecer que podamos nosotros también parar, observar y reflexionar. Si nuestros problemas corporales y mentales vienen de interrupciones en el flujo de respiración y de conversación, ¿qué ocurriría si este fuese nuestro principal foco de atención consciente?