Cuando me pregunto a mí mismo qué es lo que me motiva para dedicarme a la psicoterapia, y trato de escucharme buscando momentos en los que me siento afortunado y agradecido de hacer lo que hago, creo encontrarlos, cuando mi propia mirada del mundo se ha transformado con las historias de las personas con las que trabajo, y estos han sido momentos donde ha ocurrido algo, donde sus propias historias también han encontrado una nueva posibilidad de crecimiento y evolución.
Es como si la relación en el espacio terapéutico ha posibilitado que tanto mi cliente como yo hayamos escuchado otras voces de nosotros mismos que no sabíamos que estaban ahí, y que al ser escuchadas han creado una realidad distinta, un momento poético de transformación, donde hemos podido conocer y posiblemente co-crear una parte nuestra, de los dos, del contacto entre ambos, que nos orienta hacía aquello que necesitamos.
Creo que dar voz a aquellas voces no escuchadas y ponerlas en diálogo con otras voces es aquello que permite generar relaciones transformadoras. Si pensamos por un momento en el mundo en el que vivimos, en cómo se plantea la educación, en cómo está jerarquizada la sociedad, las naciones, las familias e incluso nosotros mismos, parece que aprendemos por adaptación a poner atención a ciertas voces dominantes, voces de moralidad, de normalidad, “deberías”, y “no deberías”. Ante esto, me pregunto por aquellas otras voces que dejamos de escuchar y precisamente esto es lo que desde mi punto de vista genera síntomas, sociales, culturales, familiares e individuales.
Negar ciertas voces y no permitirlas ser escuchadas, y digo escuchadas, desde la connotación de no ser juzgadas, de tratar de ser entendidas o por lo menos poder ser respetadas, es lo que genera división, conflictos y crisis. Vivimos en un mundo donde existen grupos marginados y grupos privilegiados, personas extremadamente ricas y personas extremadamente pobres, países poderosos y países explotados. ¿Qué voces son escuchadas y qué voces son ignoradas? ¿Qué ocurre cuando las voces de las personas son olvidadas? ¿y qué ocurre con su necesidad de ser escuchadas? A esto me refiero cuando hablo de síntomas, hablo de expresiones necesarias de voces no tenidas en cuenta. Todas las voces necesitan ser escuchadas, y solo escucharlas desde la apertura absoluta a querer aprender y enriquecernos de ellas, es lo que permite que se dé el encuentro, ese momento poético donde la división acaba y comienza la conexión, solo en este momento los problemas pueden ser disueltos.
Normalmente estamos totalmente identificados con los discursos impuestos dominantes, solo conocemos la realidad que nos contamos a nosotros mismos, y el no entender que dentro de nosotros hay otras voces que necesitan ser escuchadas, sin ser juzgadas y reprimidas, es lo que no nos permite construir una realidad donde nos sintamos más realizados y satisfechos. Observar que no somos nuestras historias, y que podemos dar cabida a multiplicidad de historias posibles y necesarias. Por ejemplo, no es lo mismo cómo me hablo a mí mismo cuando estoy en una situación donde me están evaluando, que cómo me hablo a mismo cuando estoy totalmente desinhibido en una situación de fiesta en Carnaval, o cómo me hablo a mí mismo cuando he conseguido un éxito o cuando he fracasado estrepitosamente. Entender que estas son voces que construyen la realidad, y que no son en sí mismas la realidad, permitirnos escucharlas sin castigarnos por ello y sin tener aversión por ellas, y a su vez, no enamorándonos ciegamente de ellas desde el apego, es lo que creo que nos permite evolucionar.
Como terapeuta familiar y de pareja, entiendo dicha terapia, como un espacio y un tiempo donde poder dar voz a aquellas voces no escuchadas, favorecer un clima que permita el encuentro de la multiplicidad de voces dentro de cada sistema, incluso de las de aquellos que ya no están quizás presentes, un sistema donde además yo participo activamente como terapeuta, enriqueciéndome de cada voz, transmitiendo mi curiosidad y tratando de que esta relación genere algo que nos permita a todos poder escuchar cada voz como merece ser escuchada.
Cuando trabajo con personas individualmente, igualmente planteo el mismo tipo de relación, y es que nosotros mismos también negamos nuestras propias voces, sin necesidad de tener un familiar o una pareja que lo haga por nosotros, poner cada persona sus propias voces en diálogo, permitiéndose escucharlas, para así buscar ese momento de encuentro, es lo que favorece construir posibilidades nuevas de crecimiento y evolución.
Hasta qué punto nuestras voces negadas y castigadas pueden tomar voz propia que hasta dan lugar a sintomatología psicótica, por irnos a un extremo donde nuestra salud mental puede quebrar debido a ello. Otros profesionales criticarían esta simplificación de la explicación de esta sintomatología desde esta perspectiva de voces no escuchadas, usando para ello lecturas centradas en alteraciones químicas, genéticas, tratadas solo a base de psicofarmacología que eliminen dicho síntoma. Yo no niego estas otras voces de estos profesionales, pero desde luego son voces que no permiten escuchar lo que las personas nos están diciendo y se están diciendo a si mismas con sus síntomas. Hay experiencias interesantes de trabajo de intervención basado en dialogar con las voces de personas psicóticas, como referencia dejo el enlace de un documental al respecto para quien quiera profundizar, ya que yo no soy especialista en la materia, pero si he querido ejemplificar hasta qué extremo puede llevarnos el hecho de tener partes de nosotros mismos negados.
Creo que el mundo donde vivimos también es un macrosistema con una sintomatología actual que estamos viviendo a través de la violencia, guerras, terrorismo, hambre, maltrato, explotación, y todo ello dando lugar a la destrucción del medio en el que vivimos. Creo realmente que todo ello ocurre por las voces dominantes que imponen realidades que dividen y someten y creo que la perspectiva necesaria es la de permitir relaciones que deconstruyan estas voces a través del encuentro con otras voces. Dar voz a los marginados, a lo ancestros, pero también a los poderosos y a las generaciones futuras, facilitar espacios de diálogo que permitan aquello que la terapia me muestra que es posible, transformarnos desde el momento poético donde la división acaba y donde comienza, la vida y la esperanza.
Creo que como personas todos somos responsables y para ello yo como profesional voy a humildemente intentar ser fiel a no responder a lo que el discurso dominante espera de mí, voy a intentar ser fiel a mi creencia de que la multiplicidad de verdades son posibles y necesarias y aportar mi granito de arena a intentar facilitar pequeños encuentros de conexión, donde las voces se fundan y crean posibilidades nuevas, donde cada encuentro también sea una invitación para seguir transformándome a mí mismo.